¿Hacia dónde se dirige nuestra atención?

En la efervescente y creativa ventana de los setenta, el economista y politólogo Herbert Simon (galardonado con el Nobel de economía en 1978), elaboró una ingeniosa relación entre la atención y la información circulante.

Más de cuarenta años después, podemos ver cómo dicha teoría se cumple de manera muy similar en nuestra sociedad actual, aunque ambas variables hayan evolucionado considerablemente.

Herbert Simon imaginó la atención como si fuera un ser vivo que habita, silencioso, en el interior de cada uno de nosotros, que se nutre de datos y cada vez los demanda con más adicción.

La atención es un animal de voracidad selectiva pero insaciable, cuyo alimento, la información, al crecer de forma masiva y fuera de control, le está provocando una inquietante neurosis…

Lo más complicado, advertía Simon, no es producir, almacenar o distribuir información, sino filtrarla. “Tanto en los sistemas sociales como en los físicos, existen límites a la interacción simultánea (…) En las relaciones sociales, estos límites están relacionados con el hecho de que un ser humano es más un sistema de procesamiento de información en serie que en paralelo.” (Las ciencias de lo artificial, 1969)

Entre los tres grandes condicionantes que, según Simon, determinan todo intercambio de información (la propia cantidad de datos, el conocimiento individual y el tiempo disponible) existe una drástica desproporción. El primero supera, con mucho, a los otros dos, y por tanto la atención, enferma.

Atención e información mantienen una peligrosa y agotadora dependencia mutua, se necesitan. Se generan y se transforman sin descanso, pero el crecimiento de una de ellas es, inevitablemente, el agotamiento de la otra.

Simon caminaba al anochecer por las calles de Pittsburg, pensaba en todo aquello mientras se dirigía de regreso a su casa, sin saber que estaba imaginando una historia que, con más complejidad y otro tipo de monstruos, se haría realidad unos años después. Puede que sus reflexiones hoy nos parezcan obvias, una evidencia que conocemos bien, sin embargo, resulta verdaderamente extraordinario que fueran escritas cuando internet apenas era un simple boceto.

La barrera de cristal (2022)

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mateocoronado

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